¿Te ha pasado que hay días en los que despiertas y simplemente no tienes ganas de nada? ¿No tienes fuerzas ni motivos para salir de la cama y afrontar un día más? Le preguntas a tu interior: ¿qué me pasa? Y no encuentras la respuesta. Sin saber por qué, sientes tristeza, nostalgia, angustia, un vacío en el pecho.

Los amigos, la familia llaman y tú, aún sin entender, respondes que no, que no quieres hacer nada. Y llega la pregunta más común: ¿estás bien? Y, como es de costumbre, respondes: “sí, estoy bien”, a pesar de que internamente te sientes destruido y lo peor de todo es que no sabes el por qué.

Así pasa un día más, no logras conciliar el sueño y llega otro día de mierda más: sí, porque todos los días se han convertido en una porquería, ya nada llena ese vacío que hay en tu interior. Lo que antes era emocionante simplemente ya no lo es, lo que antes era delicioso ahora ya no tiene el mismo sabor

Así, llega el día en que decides visitar a un médico y escuchas esas palabras que son poco conocidas y que te pueden llenar de miedo: usted tiene depresión. De pronto, tienes más preguntas sin responder. Ahora entiendes cada vez menos, pero además empiezas a sentir vergüenza y mucho miedo al rechazo. Sí, porque uno cuenta que ha ido al médico, pero no dice de qué especialidad. No podrías decir “fui a un psiquiatra”, porque eso para la gente es sinónimo de estar “loco” (como si eso fuese algo malo). Tu propio cerebro empieza a decirte “oye, obvio esto no se lo vas a contar a nadie, porque te quedarías sin amigos. ¿Te imaginas si les cuentas? No,  tú sigue diciendo que estás bien”.

Después, llega la disyuntiva de contarle o no a tus padres, como te sugirió el psiquiatra. Y, nuevamente, tu cerebro te dice: “pero ellos se preocuparán porque tienen un/a hija(o) rara(o)”. Luego, llega la voz de mamá:

-Despierta y levántate de esa cama.

-No puedo – respondes.

-¿Cómo que no puedes? Eres un/a ocioso/a.

-No mamá, de verdad no tengo ganas, no puedo.

-¿Qué ha pasado? ¿Estás triste? Porque si es así para la tristeza existe una solución: levanta las manos hacia arriba, levántate y di yo puedo y ya, todo es cuestión de fuerza de voluntad.

En silencio, te preguntas: ¿de dónde se supone que debo sacar esa fuerza de voluntad, si la voluntad está, pero no la fuerza?

-Ojalá pudiera explicarte lo que siento, pero sé que no me entenderías – respondes, mientras tus ojos se llenan de lágrimas porque te sientes mal, porque no tienes fuerzas, porque no tienes ganas, porque no sabes cómo explicar lo que sientes y piensas por un momento que no eres normal. Solo quieres estar solo/a porque sientes que  eso es lo que mereces, soledad, por ser diferente a los demás.

Así, te encierras en ti, en tu mundo, estás harto/a de tener que enfrentar un día siguiente pues ya no quieres que pase un día más. La noche es la más terrible y tediosa pues no puedes dormir y tu cerebro no se cansa de decirte cosas.

¿Qué ser humano puede aguantar tal cosa? En esa lucha, porque es constante, tardas mucho en darte cuenta de que no estás solo. Que hay gente muy dispuesta a ayudarte, a darte su hombro para que puedas llorar sin preguntarte nada. Lo que más cuesta es superar la vergüenza y el estigma que existe hacia la depresión, la ansiedad y otras condiciones relacionadas a nuestra salud mental. La vergüenza la deberían sentir aquellos que juzgan, aquellos que se burlan, porque la depresión es la segunda causa de muerte a nivel mundial y hay millones de personas que se encuentran en pie de lucha.

Sin embargo, en ese camino largo y duro, es posible encontrar tu fortaleza. El camino se hará menos pesado reconociendo lo que tienes y dejando de lado el miedo y la vergüenza: al pedir ayuda la carga se hace más ligera y empiezas a volver a vivir, y a encontrarle sentido a las cosas.

Para empezar, la vida no es fácil: ¿quién dijo que lo fuera? Y si nos toca convivir con depresión o ansiedad, o cualquier otra condición, eso nos hará más fuertes, más valientes, y nos hará mirar a este mundo desde otra perspectiva. A veces es necesario tocar fondo para salir del hoyo, porque si ya llegaste a lo más profundo, lo único que puedes hacer es resurgir.

No permitas que nadie te diga que hay personas con peores problemas y que lo tuyo es simple, porque cada persona es diferente y afronta lo que le toca según pueda. Escribo esto porque sé que hay personas que necesitarán leerlo para saber que no están solas. Somos muchos los que sufrimos en silencio.

#TodosPorLaSaludMental

Edición: Lucero Andaluz Llerena

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