El 8 de marzo no es un día para celebrar, para enviarnos flores, ni para generar descuentos “especiales” para mujeres y comprarnos regalos. Conmemoramos la lucha de las mujeres en la búsqueda de la igualdad y equidad, así como de la resistencia frente a la violencia machista, que afecta a millones de mujeres, niñas y adolescentes en el Perú y el mundo.
En nuestro país, las cifras de casos de violencia contra la mujer son alarmantes, y estas se han visto agudizadas en el último año dada la pandemia. En el 2020 se dieron más de 114,000 casos de violencia, siendo el 83% de ellos hacia mujeres: el 31% de las denuncias corresponde a violencia ejercida sobre niños, niñas y adolescentes, con 9,582 casos de violencia sexual. Asimismo, más de 5,500 mujeres desaparecieron en el año 2020 y, solo en enero del 2021, se reportó la desaparición de más de 400 mujeres, niñas y adolescentes. ¿Se imaginan el impacto que este tipo de violencia genera en la salud y en el desarrollo de las niñas, niños y adolescentes de nuestro país y cómo esto atraviesa sus vidas?
De hecho, la OMS, el Departamento de Salud Reproductiva e Investigación, la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres y el Consejo Sudafricano de Investigaciones Médicas(2013, en ONU Mujeres, 2019) han señalado que las mujeres que han sido violentadas física o sexualmente por parte de una pareja o compañero sentimental presentan tasas más altas de depresión que aquellas que no han sido agredidas. Además, sabemos que la depresión representa un 4,3% de la carga mundial de morbilidad y es una de las principales causas de discapacidad en el mundo, sobre todo entre las mujeres (OMS, 2013). Entonces, es evidente que la violencia es un factor primordial que incide en la depresión y el riesgo de suicidio de las mujeres (González-Forteza, Rodríguez, Fuentes, Vega y Jiménez, 2014, citado en Ramos-Lira, 2014).
Además, cuando una mujer, niña, niño o adolescente es violentada, esto no solo impacta a esa persona de manera individual; la violencia afecta el tejido social, las dinámicas sociales y los vínculos.
Necesitamos generar propuestas de prevención y de abordaje de la problemática de la violencia y los estereotipos de género desde una mirada comunitaria. Para ello, todas las personas debemos involucrarnos, cuestionarnos, reflexionar y trabajar de manera colectiva si queremos generar cambios en nuestro entorno.
Tomemos este 8 de marzo como un momento de reflexión, informémonos y sigamos trabajando por un país más inclusivo, equitativo y libre de violencia.
#TodxsPorLaSaludMental #8M