Siempre supe que quería ser papá. Sabía que no sería una tarea fácil, pero la verdad es que la paternidad es un camino más retador del que pensé. Desde el inicio decidí asumir mi rol de padre rompiendo los clásicos estereotipos de género de papá autoritario, rudo o distante. En su lugar, busco involucrarme en la crianza de mi pequeño hijo Marcelo, de manera igualitaria, tanto en su acompañamiento, como en su cuidado.

Los desafíos llegaron desde el día y fueron y siguen siendo muy significativos para mi salud mental. Estar al lado de Marcelo cada día me llena de mucha satisfacción y me da infinitas alegrías. A la vez me obliga a convertirme en una mejor versión de mí mismo, al verme en la necesidad de cultivar mi paciencia, manejar mi estrés, enfrentar mi cansancio físico y mental. Nada fácil.

Uno de mis mayores retos es enfrentar el agotamiento mental que surge de mi afán de querer tenerlo todo bajo control. Pero los niños pueden llegar a ser muy impredecibles y la paternidad no viene con un manual, así que hay que improvisar a diario: en el juego, en el cuidado y en el proceso de enseñarles buenos hábitos. El día a día llega a ser agotador.

Aún así, estoy muy contento de haber alcanzado una conexión muy profunda con mi pequeño Marcelo, que una vez me dijo que soy su mejor amigo. Cada vez que llego a casa por las tardes desborda de emoción y me recibe con fiesta y sincero entusiasmo.

Algunas veces puedo sentir que estoy haciendo bien las cosas como papá y al día siguiente puedo verme como el peor padre del mundo porque perdí la paciencia y estallé en gritos.

Con los altos y bajos de la paternidad aprendes que es válido renegar un poco, frustrarse o mostrar debilidad. Creo que no se trata de ser el papá perfecto sino ser un padre presente.

En este Día del Padre los invito a reflexionar sobre cómo estamos involucrados en la crianza de nuestros hijos y cómo manejamos la afectación mental que esto implica.

#TodxsPorLaSaludMental