El lunes 11 de Agosto del 2014, estaba sentada viendo a mis hijos jugar. De pronto me llegó el mensaje de un amigo muy querido. Y luego otro más, y luego una alerta en las noticias. Y eran noticias realmente increíbles y trágicas. Robin Williams había muerto.

Antes de que comiencen a comentar que este es solo otro caso más de una estrella de Hollywood con una lista de adicciones que no podía arreglárselas, permítanme compartirles una pequeña historia que no le había contado a nadie – ni a mi esposo, ni a mi mejor amigo, ni a mis padres, ni a mi hermana, ni a nadie. Porque es una historia muy valiosa para mí. Pero ahora ha llegado el momento.

Después de que mi esposo Greg se suicidó, emprendí varios viajes dentro de Estados Unidos, dispersando sus cenizas en los lugares que él había pedido e intentando recomponer mi vida y mi alma de la mejor manera en que podía. Pasaba un tiempo considerable viajando desde Los Ángeles hacia Oakland, ya que estaba viviendo en West Hollywood pero contemplando la posibilidad de mudarme y además visitaba a mi mejor amiga mínimo una vez al mes. Después del 11 de setiembre no siempre era fácil hacer pasar por seguridad un taper con las cenizas de tu difunto esposo. Una tarde en el aeropuerto de Los Ángeles discutí fuertemente con un agente de seguridad muy prepotente, que me amenazó diciendo que debía botar las cenizas porque de otra manera no podría abordar mi vuelo. Estaba histérica, llorando. Sin embargo, finalmente otro policía llegó, reconoció el certificado de defunción de mi esposo y me dejó pasar.

Llegué llorando hasta el bar del aeropuerto, abrazando mi pequeño taper. Me senté en una esquina mirando a una pared y seguí llorando y sollozando, histérica, mientras tomaba un whisky para intentar sobrellevar el mal rato. En ese momento sentí una mano en mi hombro. Una voz muy suave me dijo: “Señora, solo quiero asegurarme de que usted está bien. Veo que está viajando sola, vi lo que pasó, y realmente quiero saber si usted está bien”.

Entre mis lágrimas pude identificar su voz, pero no podía creer que realmente era  Robin Williams que estaba en el mismo aeropuerto que yo y se tomó un momento para saber si estaba bien. Yo seguía llorando y, mientras intentaba recuperar mi aliento, le conté un resumen de lo que había pasado en el aeropuerto y de lo que había pasado con mi esposo. Sus ojos se pusieron un poco llorosos y su voz se puso más suave. Me dijo: “La adicción es una verdadera mierda. Los problemas de salud mental y la depresión son la madre de todas las mierdas. Lamento muchísimo todo el dolor por el que su esposo tuvo que pasar. Lamento muchísimo el dolor que usted está atravesando ahora. Pero me parece que usted tiene familia, amigos y mucho amor. Y eso mejora un poco la situación, ¿cierto?” Me acompañó a la puerta de embarque, porque tenia el mismo vuelo que yo.

Él era un alma noble. Nos hizo reír y nos hizo llorar. Nos hizo sentir con su trabajo. Él era sincero sobre los demonios que lo atormentaban. Era sincero para hablar de sus errores y sus fallas. Él estaba sufriendo.

Los problemas de salud mental y la depresión son la madre de todas las mierdas. Cuánta razón.

Siempre estuvo ahí para los veteranos, para los soldados, para los niños en los hospitales, para sus amigos y familia, e incluso para una histérica extraña en el aeropuerto. Y lo que todavía no he compartido con ustedes es que, mientras caminábamos a la puerta de embarque, me hizo reír imitando a las personas que pasaban. Riéndose de los agentes de seguridad del aeropuerto, especialmente del que me hizo pasar el mal rato. Pero de una manera divertida, no irrespetuosa (a pesar de que ese agente se lo merecía). Él me dijo que tenía una gran risa y una linda sonrisa. Al despedirse, me abrazó con sus famosos brazos peludos. Me dio un abrazo enorme y cálido. Ese momento me salvó y me sostuvo; es un momento en el que pienso todo el tiempo. Él me sostuvo en uno de los momentos más difíciles de mi vida.

Era tan bueno como divertido. Su muerte es terriblemente trágica. Que alguien que llevó tanta luz y alegría a la vida de otros haya sentido tanta oscuridad en su interior.

Descanse en paz, Sr. Williams. Que usted encuentre la paz que no encontró aquí y que siga haciendo reír a los ángeles.

Gracias por estar ahí para mí ese día. Usted era el ángel que yo necesitaba. Y sé que usted hablaba por experiencia propia: aprecio mucho eso.

Ese lunes, esa noticia fue para mí algo muy difícil de escuchar. Y sigue siendo muy difícil procesarla hasta el día de hoy.

Por Kate Lyon Osher. Versión original: https://themighty.com/2016/12/robin-williams-comforts-woman-at-lax-after-husbands-suicide/